Todos
los días muy de mañana escucho el rugido de dos automotores difíciles de
confundir; uno con motor diesel de ocho cilindros, el otro de gasolina de
cuatro cilindros, ambos con un desajuste de mezcla que hace que sus combustiones
fueran irregulares y demoren un poco en realizar esa energía calorífica que
luego se convierte en energía mecánica; ambos listos para dirigirse a sus zonas
de trabajo. Muchas veces suplique a Dios para que arrancaran pronto esos
motores y no quedarse con el acumulador descargado; procurando llegar a sus
mentes, les gritaba que por favor regresaran la llave de encendido para evitar
que se quedaran sin carga en la batería, pues de forma lenta el sonido de
arranque se iba debilitando hasta desaparecer por completo, entonces sabia que
se había descargado el acumulador y lo confirmaba con el fuerte sonido al abrir
el capo. Por la tarde llegan mis dos
respetables caballeros, se ven cansados y no es para menos, pues muy de mañana
se marchan en busca de recursos para provisión de sus familias. Uno se dedica
al destace y venta de carne y el otro a transportar caña hacia los ingenios
azucareros.
Una
madrugada me sorprendí porque ya no escuche los sonidos disonantes del vehículo
del carnicero y aquello que me molestaba tanto, ahora parecía extrañarlo, qué
ironía!! Por la tarde uno de mis admirables caballeros no regreso a casa y su
parqueo estaba vacío. Algo está pasando, pensé. Dos días después me entero que
mi estimado amigo diestro en el destace de reses le había dado un derrame cerebral,
me entristecí mucho y en mis conversaciones con PAPÁ le hablaba de él como si
no supiera lo que estaba pasando y le pedía que por favor tuviera misericordia
de él. Pasaron varias semanas, hasta que un día lo vi sentado en la acera de su
casa y me alegre mucho, pero quede sorprendido al verle como estaba vestido. ¿Qué
paso con el caballero de ropas sucias y afanado? Este parecía más sereno y muy
bien vestido; fue entonces donde comprendí que Dios lo había llevado a
descansar y disfrutar de su familia, esto me provocó derramar abundantes
lágrimas por el amor y soberanía de mi Padre Celestial. Quizá este caballero no
logre entender lo que pasó, pero indudablemente la misericordia de lo alto se
había hecho presente, sin hacer alarde de grandeza. Cada vez que lo veo me gozo; hace un par de
días el calor me hizo salir de mi cloaca y estando en la puerta él estaba
sentado, le sonreí y él me saludó cordialmente.... Espero pronto tener el honor
de conversar con él.
Hoy
me siento más ansioso que otros días! mis piernas insisten en permanecer
dobladas y cuando dejo de resistirme, se doblan, es entonces cuando empiezan
los sobresaltos y eso me desespera porque no logro encontrar una posición en
donde estén relajadas. Me coloco en posición fetal como tratando de regresar al
vientre de mi madre (sé que eso no será posible), debo nacer de lo alto, del
agua y del Espíritu. Son las once de la mañana,
estoy en una crisis, quiero salir huyendo, gritar voz en cuello mi dolor
pero nadie puede ayudarme, es más, tengo el presentimiento que PAPÁ llora
conmigo pues siente mi dolor pero aún no quitará la venda de mi herida que
tanto causa dolor, porque sé que desangraré y es entonces cuando digo: »Espíritu
Santo levántame de esta condición, así como levantaste a Cristo de la muerte« no
pasaba nada, fue entonces que comprendí que Èl estaba allí para ayudarme. Con
mucho esfuerzo logré enderezar mis piernas, me senté me coloqué los zapatos y tome
el andador, esta vez era más difícil para mí
ponerme en pie y empezar a caminar, pero ya lo había decidido, me dirigí
a la puerta que da hacia la calle y salí a sentarme en la acera para respirar
un poco de aire fresco, pues sentía ahogarme.
Ahora
estoy observando a las personas que van y vienen, cuando de pronto a lo lejos
veo venir al caballero de transporte de caña de azúcar caminando a lado
contrario de la calle, al pasar se detiene a saludarme, intenta seguir su
camino y noto que tiene una lucha en su mente pero sigue caminando, vuelve a
detenerse y esta vez cruza la calle, sonriendo me dijo: «Me sentaré con usted a
conversar un rato». Yo muy complacido le
dije que se sentara y pronto le pregunté de su flamante vehículo que me
despierta en horas de la madrugada, sabía que ese tema era de su interés. Empezamos
a conversar sobre el maleteado de caña, del robo en bascula con pesos falsos
para pagar menos a los trabajadores, de lo difícil que es transitar en invierno
los caminos internos de las fincas cañeras, de las veces que se le arruino su
camión, hasta que llegamos al punto de nuestra reunión concertada por Dios,
cuando me manifestó de lo mal que se sentía y que estaba consciente que el
ingerir bebidas alcohólicas no le ayudaba pero le hacía olvidar por un momento
sus dificultades y que tenía problemas con su páncreas a la hora de procesar
los azucares (diabetes).
En
pocas palabras le comenté de mi condición y lo que había sucedido; al parecer
como que sabía algo al respecto, sin embargo se sorprendió, tal vez porque lo
escuchaba del protagonista del drama. Le dije que en situaciones difíciles nos
desesperamos cuando no sabemos qué hacer y casi siempre actuamos con la salida
más fácil, aún sabiendo que no es lo correcto, ese placebo nos permite inhalar
profundamente pero se tiene la dificultad en el momento de exhalar como el que tiene
asma. Él quería huir, dejar a su esposa, sus hijos e irse con sus primos,
quienes tienen la adicción de ingerir bebidas alcohólicas; al preguntarle cómo
vivían ellos, comprendió que eso no era lo que él pretendía convertirse, pero
que si deseaba huir, terminaría así. Le comenté sobre el vecino el carnicero,
de cómo había cambiado para bien, en consecuencia de una enfermedad que lo
asechaba; él estuvo de acuerdo, pues comprendió que muchas veces los desiertos
aunque tienen la pinta de soledad y miseria, es donde los oasis emergen
sobrenaturalmente. Si se tiene la capacidad de despojarse de todo peso, es justo
en ese momento donde se realiza una operación de corazón abierto y sale a flote
lo más vil de nuestro ser. La soberbia no sobrevive en el desierto, solamente
la humildad florece en medio de la debilidad; la lascivia y la concupiscencia
aunque intentan prosperar, todo les parece amargo y se la pasan viendo
espejismos y suspirando por el pasado.
»» El SEÑOR te guió a través del vasto y horrible
desierto, esa tierra reseca y sedienta, llena de serpientes venenosas y
escorpiones; te dio el agua que hizo brotar de la más dura roca; en el desierto
te alimentó con maná, comida que jamás conocieron tus antepasados. Así te
humilló y te puso a prueba, para que al fin de cuentas te fuera bien (Deuteronomio 8:15). ««
¿No
les parece este proceder algo extraño? Eso y más les va acontecer a aquellos
que fueron engendrados no por carne y sangre, ni voluntad de varón sino de Dios.
En la aldea donde viví mi infancia, con mis abuelos, mantener el respeto que mi
viejo se había ganado, no era fácil; debido a eso se cosechaban buenos frutos y
muchas veces se abusó de ese prestigio. Cada vez que alguien llevaba una queja acerca
de mi, ese día el trono del juicio era abierto y no para ser juzgado, sino para
ejecutar castigo, me decía: »Prefiero corregirte yo y no que lo haga un
extraño« Este galante caballero no me había engendrado, no era el padre de mi madre,
no corría su ADN en mi sangre. ¿Por qué él se preocuparía por mí? Algunos
jóvenes dirán: »Si se trata de eso mejor que no se preocupen por nosotros«
Un
día mi viejo empezó a tener dolores de parto; a eso de las 2 de la madrugada su
corazón estaba totalmente angustiado y decía: »Se va a morir mi hijo, se va a
morir« La fiebre que yo tenia a causa de una neumonía, me provocaban
convulsiones y acercándose las 3 de la mañana me envolvió en una sábana y
llorando emprendió el viaje a pie para cruzar el río Nahualate. Estaba
dispuesto a jugársela con todo; en tan difícil viaje, logró llegar a Tiquisate,
Escuintla como a las 6 de la mañana. Busca la casa del Dr. y angustiado no
vacila en despertar al galeno, quien al atenderme le dijo: » Un poco más de
demora y el niño habría muerto« Este hombre me había engendrado y sufrido
dolores de parto por mi; tenía todo el derecho de disciplinarme. Él fue un
verdadero padre, el hombre que me dijo: »Cuando muera no vas a estar aquí«
Una
madrugada me llaman para decirme que él se había ido… Si él me viera en este
desierto, no lo resistiría porque es humano y su amor lo doblegaría. Gracias
por el Padre que ahora tengo, muy determinado en llevarme a las últimas
consecuencias por amor, por perfeccionar la obra que empezó en mi. A los que
toma por hijos, los disciplina; a los que ha engendrado, no los dejará
abandonados, como algunos hombres lo hacen, Él se encargara de su simiente, por
amor de su nombre. Mi viejo decía: »El hombre una palabra debe tener«
»» Los llevaré al desierto que está entre las naciones, y
allí los juzgaré cara a cara. Así como juzgué a sus antepasados en el desierto
de Egipto, también los juzgaré a ustedes. Yo, el SEÑOR omnipotente, lo afirmo.
Así como el pastor selecciona sus ovejas, también yo los haré pasar a ustedes
bajo mi vara y los seleccionaré para que formen parte de la alianza. (Ezequiel
20:35, 37) ««
¿Qué
padre no quiere hacer alianza con sus hijos? En un tema anterior mencioné que
Dios disipó mis dudas en cuanto a la convicción que se tiene de ser su hijo; estar convencido que la paternidad no era
concebida como el mundo y la religión cree, afligía mi alma. Veinte años
después con llanto y angustia en mi alma, pude ir corriendo a los brazos de mi Padre,
como lo hizo Job cuando clamaba por una escalera para acercarse a su Padre y
llorar en su presencia, porque sabía que sería escuchado y no lo tranquilizaban
los consoladores molestos, sino sólo la palabras y los brazos de su Padre.
»» Recuerda que durante cuarenta años el SEÑOR tu Dios te
llevó por todo el camino del desierto, y te humilló y te puso a prueba para
conocer lo que había en tu corazón y ver si cumplirías o no sus mandamientos.
Te humilló y te hizo pasar hambre, pero luego te alimentó con maná, comida que
ni tú ni tus antepasados habían conocido, con lo que te enseñó que no sólo de
pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del SEÑOR. Durante esos
cuarenta años no se te gastó la ropa que llevabas puesta, ni se te hincharon
los pies. Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo,
también el SEÑOR tu Dios te disciplina a ti. (Deuteronomio 8:2,5) ««
El hijo ilegitimo es aquel que no ha sido
reconocido por su padre ante la ley, pero aunque no le reconozca, seguro
llevara su sangre, pues él lo ha engendrado, no es cuestión de apellido. El que
tenga entendimiento, que discierna esto. Jesús no fue engendrado por hombre
alguno, pero nació de una mujer (bajo pecado, sin pecado), como todos los
mortales y era conocido como ilegitimo de José. María preocupada confiesa ser
una pecadora ante semejante acontecimiento por temor de contaminar al que nunca
conoció pecado ¿Qué pensará una mujer cuando le notifican que va a tener un
hijo, sabiendo que tiene Sida? ¿Has
conocido a alguien sin paternidad, sin ley, disoluto, llamado comúnmente bastardo?
Yo le diré a todos aquellos que piensan que Dios no hace nada ante la
injusticia, que Él ciertamente juzgará y si el justo con dificultad se salvará,
¿dónde quedará el impío y el pecador? Y
en cuantos a sus hijos, Él responderá por ellos.-
Nuevamente Muchas gracias Maynor, por compartir esta joya, Es verdad que en el desierto se en cuentran los mas refvrescantes Oasis. Dios El Justo
ResponderEliminarnos enseña y nos disciplina. y como decías en tu introducción debemos redireccionar nuestro enfoque, y poner nuestra mirada en Jesus. Dios tiene un prpósito en cada situación adversa que nos sucede. y que puedo decir con respecto a tu persona. que Dios te ha hecho comprender y tener una mejor perspectiva de estas cosas, pues tu has vivido en carne propia una situación especial. Dios cumpla su propósito en tu Vida
Gracias por tu comentario Carlos, a pesar que vivimos bastante distanciados aquí en la tierra, nos une el mismo ESPÍRITU de adopción, porque fuimos comprados con gran precio, la preciosa sangre del CORDERO, nuestro Señor JESUCRISTO, a Él sea la Gloria por siempre y siempre Amen!
Eliminar