«Mil cortes en las hojas del árbol del mal equivalen a uno solo en las raíces». Sólo podemos lograr una mejora considerable en nuestras vidas cuando dejamos de cortar las hojas de la actitud y la conducta y trabajamos sobre la raíz, sobre los paradigmas de los que fluyen la actitud y la conducta. (Thoreau)

domingo

¿Por qué Dios no está cuando lo necesito?

¿Por qué Dios no está cuando lo necesito?
No estoy tranquilo. Faltando unos minutos para la hora de salida decido apagar el equipo y guardarlo. Llego a mi cuarto, dejo el equipo en la cama y me apresuro a salir al jardín porque siento que no puedo respirar. Deseo salir huyendo lo más lejos que pueda. Estoy muy cansado, sin fuerzas para seguir. Veo que el césped ha sido cortado y quise en ese momento desplomarme sobre él, pero luego pensé en la dificultad que tendría al quererme poner de pie después. No tengo intención de derrumbarme emocionalmente, así que levanto mi mirada al cielo y me sorprende lo despejado y azul que se ve. Hay un ave que está planeando, sólo se deja llevar por el viento. Las nubes parecen ir apresuras a algún lugar. Pienso. No soy esa ave, pero si esas nubes que son llevadas por el viento. Así que digo: ¡Basta ya!! A estas alturas detener las lágrimas se estaba complicando. Que voy a decir, si ya lo dije todo… Quiero regresar. ¿A dónde me fui? Recostado en la pared solté mis tensos brazos y dije: Como quisiera que Salomón estuviera aquí para que me contara porque decidió hacer lo que hizo, sabiendo lo que sabía. Luego invité a José, a Daniel y a Job. Que batalla estaba librando en ese momento. Si no creo en estos hombres, no puedo creer en el Dios de ellos. Allí me di cuenta que tenía problemas más graves que no tener mi carro por la maldad de alguien que no escatimó mi condición.


Asunto resuelto… Eso pensé. ¿Por qué tomarse tantas molestias para planear mi muerte? Otra batalla se inició. ¿Qué mal hice para quererme matar? ¡Es cierto!! ¿Pero, qué tan bueno soy? Creo que me he especializado en equivocaciones. ¡Buen punto!! ¿Invalidarás lo que se hizo en la cruz? ¡No!! ¿Qué piensas hacer? ¡Buen chiste!! Me distraje un momento al ver a un gorrión que se detuvo. Tomé mi teléfono y empecé a tomarle fotos. No se ve en las fotos, pero sé que allí está. Volví a contemplar el césped e imaginé ver a una hormiga observándome. No creo que tenga una visión tan aguda como para verme. Alcé mis ojos al cielo e imaginé tener esos lentes que usan los telescopios y empecé a ver las estrellas y los planetas. Dios me ve, me observa, me cuida. ¿Te sorprende? ¡Ups!! Todavía lo logras. No debería sorprenderme, porque me hace pensar que dudo mucho de mi porvenir, de lo que puedas hacer. De lo que me prometiste y veo muy lejano…

¡Consuelen a mi pueblo!! Hablen al corazón de Jerusalén y proclamen que se ha cumplido su servicio, que se ha pagado su deuda, que ha recibido de la mano de Yahveh el doble del castigo por todos sus pecados. Estas fueron las palabras del profeta Isaías durante el cautiverio en Babilonia del pueblo escogido. En el capítulo 40 de Isaías se formulan varias interrogantes durante el discurso. Una voz le dice: "¡Proclama!". A lo que él responde: "¿Qué proclamo?". Que todo mortal es hierba y toda su gloria como flor del campo. Se seca la hierba, se marchita la flor cuando el viento de Yahveh sopla sobre ella. Pues el pueblo es hierba. Se seca la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre.  Ante las interrogantes por parte del ALTISIMO le sigue un profundo silencio y les vuelve a decir: ¿No lo saben? ¿No lo han oído? ¿No se les anunció desde el principio? ¿No se les dio a entender desde la fundación de la tierra? El sufrimiento nos aterra y eso nubla nuestro juicio. Se nos olvidan las promesas por considerarlas procedentes del hombre mismo o nuestra propia imaginación, pero aquí se nos dice que, aunque la hierba se seque y su flor se caiga, Dios hará lo que dijo que Haría.  

El cuestionamiento no se quedó allí, sigue. ¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? El Dios eterno, el SEÑOR, el creador de los confines de la tierra no se fatiga ni se cansa. Su entendimiento es inescrutable. El da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas, aumenta el vigor. Aun los mancebos se fatigan y se cansan, y los jóvenes tropiezan y vacilan, pero los que esperan en el SEÑOR renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán.

Después de hablarles de la hierba y su flor, ahora se dirige a los mancebos y los jóvenes. De cómo se cansan, tropiezan y vacilan, pero que pueden renovar sus fuerzas y remontarse como águilas, si saben esperar en ÉL.  Aquella gloria del joven llamada fuerza, se debilita, y la del viejo llamada sabiduría, se pierde. En la desesperación nos hacemos muchas preguntas como estas: ¿Por qué dices, Jacob, y afirmas, Israel: ¿Escondido está mi camino del SEÑOR, y mi derecho pasa inadvertido a mi Dios?

Guarden silencio ante mí, costas, y renueven sus fuerzas los pueblos; acérquense y entonces hablen, juntos vengamos a juicio. ¡ALELUYA!!  Es tiempo de hablar y dejar por un lado la necedad. ¿Llegarás ante tu hacedor con soberbia? Mejor guarda silencio, pero si quieres hablar con Él, entonces estará presto a escuchar, porque te invita al trono de Su Gracia para el oportuno socorro. 

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