«Mil cortes en las hojas del árbol del mal equivalen a uno solo en las raíces». Sólo podemos lograr una mejora considerable en nuestras vidas cuando dejamos de cortar las hojas de la actitud y la conducta y trabajamos sobre la raíz, sobre los paradigmas de los que fluyen la actitud y la conducta. (Thoreau)

sábado

LA ARISTOCRACIA Y EL REINO

Un aristócrata iba de regreso a su casa con el alma en los pies, porque regresaba igual, extremadamente rico, sin embargo extremadamente pobre. Cuantos hombres en la actualidad viven angustiados por el temor de perder lo que tanto les ha costado. Resulta que este aristócrata religioso anhelaba heredar la vida eterna; acostumbrado a conseguir lo que deseaba, andaba en busca de una oportunidad para emprender dicho proyecto y al enterarse de la fama de Jesús no dudó en buscarlo y estando frente a Él le dice: -Maestro bueno, «¿qué es lo que tengo que hacer para poseer la vida eterna que Dios ha prometido?» En ventas hay una regla de oro "la primera impresión es la que cuenta" Así que el vendedor deberá vestir de lo mejor y ser muy adulador para entrar por los ojos y oídos al potencial comprador. Al abrir su boca, el aristócrata saca a luz lo que hay en su corazón y a partir de allí se entabla una conversación muy interesante. Cuando alguien está interesado en obtener una visa americana, entre las múltiples recomendaciones que recibe es "Limítese a responder únicamente lo que le pregunten, no hable demasiado, sea conciso"

Causa gracia escuchar a un representante de la ley decirle al presunto violador: "Tiene derecho a permanecer callado, todo lo que diga puede ser usado en su contra" Ahora me doy cuenta que en efecto es un gran derecho. Jesús al escuchar al joven su salutación, le preguntó: ¿Por qué me llamas "bueno"? "No hay nadie bueno solo Dios" Esa no fue la respuesta que esperaba el aristócrata; cualquier otra persona primero vería cómo está vestido, cuál es su estatus económico y qué beneficios podría obtener de dicha persona. ¿Que vio Jesús en este hombre? Porqué le dice: «Debes guardar los mandamientos si deseas obtener la vida eterna». ¿Cuáles? preguntó. Después de enumerarle Jesús 5 de los mandamientos, rápidamente el dignatario contestó: "Esos los he guardado desde mi adolescencia" «¿Qué más debo hacer?» Hasta este momento todo parece ir muy bien al aristócrata, pero ahora deberá enfrentarse al siguiente requerimiento: "Si quieres ser perfecto debes entregar todo lo que tienes a los pobres y tendrás tesoros en el cielo, después debes convertirte en mi discípulo”, ¡ups! Después de haber llegado corriendo a postrarse a los pies de Jesús, ahora se encuentra sumamente triste; decepcionado emprende de regreso su viaje, porque para él era demasiado alto el precio para conseguir la vida eterna. ¿Cuál es el precio?




Dentro de los 5 mandamientos descritos al aristócrata, Jesús cita un mandamiento, como si dijéramos, fuera de sitio. Cita el mandamiento de honrar a los padres el último, cuando de hecho debería ser el primero. Está claro que Jesús quería hacer hincapié especialmente en ese mandamiento. ¿Por qué? ¿No sería porque este joven es hecho rico, tenía éxito en su carrera pero luego se había olvidado de sus padres, que puede ser, fueran muy pobres? Puede que subiera en el mundo, y que se avergonzara de los de su propio hogar; también puede que se justificara a sí mismo perfectamente mediante la ley del korbán que Jesús había condenado tan irremisiblemente (Mat_15:1-6 ; Mar_7:9-13 ).

El joven rico pretendía haber cumplido la Ley. En sentido legalista, aquello podría ser cierto; pero en el sentido espiritual, no lo era, porque su actitud hacia sus semejantes era errónea. En último análisis, su actitud era totalmente egoísta. Fue por eso que Jesús le hizo enfrentarse con el desafío de vender todo y dárselo a los pobres. Este hombre era prisionero de sus posesiones de tal manera que nada que no fuera una incisión quirúrgica para separarle de ellas sería suficiente. Si una persona considera sus posesiones como algo que le ha sido dado exclusivamente para su propia comodidad y conveniencia, es una cadena que le hace falta romper; si viera sus posesiones como un medio para ayudar a otros, serían su corona.

LA LEY COMO ESPEJO
Este aristócrata se dirigió a Jesús de una manera totalmente insólita. En toda la literatura judía no se encuentra ningún caso de un rabino que se le llamara «Maestro bueno.» Los rabinos decían siempre que «no hay nada que sea bueno más que la ley.»  Es necesario aclarar que los rabinos se creían buenos por sus liturgias; sabían que la ley era perfecta, lo que no sabían era que sus corazones imperfectos solamente podían ser alcanzados por la Gracia; sin embargo esa Gracia estaba delante de ellos y no pudieron verla. La ley debió ser el espejo donde al verse todos los días pudieran darse cuenta que estaban totalmente perdidos para correr hacia la cruz y ser salvos. Dirigirse a Jesús como maestro bueno, sonaba ha cumplido exagerado y aunque era Dios, no escatimo el ser igual a Dios, así que Jesús empezó por hacer volver los pensamientos a Dios. Jesús siempre reconocía que su poder y su mensaje procedían de Dios.


Cuando los 9 leprosos no volvieron, Jesús se entristeció, y no fue porque no hayan  regresado a darle las gracias a Él, sino a Dios (Luc_17:18 ). ¿Por qué hizo aquella demanda precisamente a aquel hombre? Cuando el gadareno (endemoniado) que Jesús curó le pidió que dejara ser seguidor suyo, le contestó que volviera a su casa (Luc_8:38  s). ¿Por qué le dio al aristócrata un consejo diferente? Dios ve lo que hay en nuestro corazón, lo que nos motiva a querer hacer algo. ¿Por qué? Las posesiones tienden a encadenar el corazón a este mundo y no dejar que se piense en nada más. No tiene por qué ser pecado el tener riquezas, pero sí entraña un peligro y una gran responsabilidad. Lo digo por los que hacen votos de pobreza para sentirse más cerca de Dios y por los que piensan que por tener riquezas, gozan del favor de Él y son buenos.

Jesús se vuelve a sus discípulos diciéndoles:-¡Qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que tienen riquezas! Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios. Quienes estaban oyendo, dijeron: -Entonces: ¿Quién se va a poder salvar? Muchos se distraen en este pasaje de las escrituras, y más, cuando no conoce la cultura judía de ese tiempo.  Los rabinos solían hablar de un elefante que quisiera pasar por el ojo de una aguja como un ejemplo de algo imposible o absurdo. Pero el ejemplo de Jesús puede que tuviera uno de estos dos orígenes que se describen a continuación:

(i) Se dice que al lado de la gran puerta de Jerusalén por donde entraba todo el tráfico, había una puertecilla suficientemente ancha y alta para que pudiera pasar por ella una persona. Se dice que a esa puertecilla la llamaban «ojo de aguja», de allí el ejemplo del camello que quería entrar y no cabía. También se dice que en los muros de Jerusalén se había edificado unas aberturas de forma estratégica para la guerra, donde el exterior del muro era ancho y cabían varios hombres, haciéndose   estrecha,  hasta solo poder cruzar uno; a esto le llamaban "ojo de aguja".

(ii) La palabra griega para camello es kamelos,  en aquel tiempo se pronunciaba también kamilos, que quería decir soga de barco. Puede que Jesús quisiera decir que sería más fácil enhebrar una aguja con una soga, que entrar un rico en el Reino de Dios. Algunos en este momento quisieran debatir. Tranquilo mi erudito, relájese porque apenas estoy empezando.

En cualquier caso se trata de una exageración graciosa que han conservado los tres sinópticos, como cuando Jesús dijo que los escribas y fariseos hipócritas " colaban el mosquito y se tragaban el camello» (Mat_23:24).  He visto a religiosos debatir sobre este asunto hasta el punto de perder el verdadero mensaje que Jesús quiere trasmitir. Si fue un camello o una soga, eso no es la esencia del mensaje; lo que si queda claro es que será imposible entrar al Reino de Dios, si no se permite al Espíritu Santo discipline para poder formar parte de ese Reino Glorioso. Dios no odia a los ricos, ni ama más a los pobres, no hace excepción de personas, pues para Él ambos son iguales, por lo tanto ambos entrarán por la puerta, sin cuellos blancos, sino por esa bella puerta llamada JESÚS.

Anteriormente mencioné que los rabinos tenían a la ley como lo único bueno y por eso procuraban guardarla. Se supone que si ellos podían guardar la ley y ésta era buena, entonces ellos serían buenos. Marcos narra que el hombre corría en el camino para alcanzar a Jesús quien se estaba yendo del lugar; al darle alcance se postró ante Él. ¿Qué lo hizo correr de prisa para llegar a Jesús? «Obtener la vida eterna» ¿Para qué quiere el hombre la vida eterna? Si él es eterno. El ser humano busca la inmortalidad porque no quiere morir a su carne. ¿Adán era inmortal en el huerto? Se le dijo que si desobedecía moriría y así sucedió; luego es sacado del huerto y espadas de fuego cuidaban del árbol de la vida para que no comiera de él y vivir eternamente en su condición de pecador; lo sacan cubierto de piel de cordero. ¿Por qué debemos ir de prisa a Jesús? El que tenga oídos que entienda lo que el Espíritu Santo quiere decir.

«No teman a los que quieren matarles el cuerpo, más el alma no pueden tocarles. Teman sólo a Dios quien puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno». Estas fueron las palabras de Jesús a sus discípulos, quienes muchos de ellos se convertirían en mártires. No puedo imaginarme la inmortalidad en la condición que me encuentro, porque tengo la esperanza de que esto corruptible se vestirá de incorruptibilidad; todo lo que el pecado a corrompido no será más. Cuando se decide emprender el viaje hacia la eternidad con nuestro Dios, es cuando nos damos cuenta de lo imposible que es, porque al ponernos frente a la ley nos vemos realmente como somos y es entonces cuando nos horrorizamos y gritamos como Pablo: ¡¡Ay de mi!! ¿Quién me librará de este cuerpo de bajeza? Deseamos correr y no sabemos a dónde ir, hasta que Dios en su misericordia nos muestra el camino y  con ayuda del Santo Espíritu corremos muy de prisa a Jesús, quien trae con Él la vida y la inmortalidad. Los buenos no sentirán deseos de correr hacia Jesús, ver lo que hizo en el madero y abrazar sus promesas. Los religiosos tendrán a un Jesús de preceptos y ordenanzas adulteradas con lascivias, concupiscencias y algunas llamadas moralidades.


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