Dado que la textura del Universo es la más perfecta y la obra de un Creador sapientísimo, nada sucede en el Universo sin obedecer alguna regla de máximo o mínimo. (Leonhard Euler)

La Iglesia ya había entrado en la Gran Apostasía. Ella había conquistado al Imperio Romano; pero en realidad el Imperio había conquistado a la Iglesia, no aboliéndola sino rehaciéndola a su propia semejanza. La Iglesia Imperial de los siglos 4o. y 5o. se había hecho una institución completamente diferente de la Iglesia perseguida de los tres siglos primeros. En su ambición de reinar, olvidó y perdió el espíritu de Cristo.
«Mil cortes en las hojas del árbol del mal equivalen a uno solo en las raíces». Sólo podemos lograr una mejora considerable en nuestras vidas cuando dejamos de cortar las hojas de la actitud y la conducta y trabajamos sobre la raíz, sobre los paradigmas de los que fluyen la actitud y la conducta. (Thoreau)
domingo
La Ley de la Naturaleza (la SERIE parte IV)
MI
madre cuenta historias divertidas de la imaginación de mi mente en mi niñez.
Pero jamás le compartí que me sentaba por horas imaginando como era capaz el
agua del rio de fluir sin agotarse jamás. Dentro de mi observación llegué a la
conclusión de que subía del mar por la parte profunda y bajaba por la parte de
la superficie. Tal conclusión se dio, porque cuando me estaba bañando, en lo
profundo el agua estaba más helada que la de la superficie. A esa edad no había
sido enseñado sobre la densidad del óxido de hidrogeno mezclado con cloruro de
sodio. Aunque no me lo crean, estoy riéndome de la forma de describir el agua
salada, pero lo hago a propósito para aquellos que se fascinan con los términos
científicos. Otra cuestión que me intrigaba era el no saber que sucede cuando
una persona muere, pues vi a mi bisabuela reunir a la familia y conversar con
ellos antes de morir. Yo sabía que estaba despidiéndose, pero no sabía a donde
iba. Había tantas interrogantes en mi mente, pero me las reservaba por temor. Hasta
el día de hoy sigo con muchas interrogantes, de las cuales me reservo algunas
por prejuicio de los demás.
Desde
que los hombres fueron capaces de pensar han estado preguntándose qué es en
realidad este universo y cómo ha llegado a estar donde está. Se han sostenido
varios puntos de vista. El materialista,
la filosofía de la fuerza vital o evolución creativa y el teísta. El
materialista piensa que la materia y el espacio sencillamente existen, y
siempre han existido, sin que nadie sepa por qué, y que la materia,
comportándose de ciertas maneras fijas, ha dado en producir, por una suerte de
rareza, criaturas como nosotros, que somos capaces de pensar. Por una
posibilidad entre un millón algo chocó contra nuestro sol e hizo que produjera
los planetas, y por otra posibilidad entre un millón los compuestos químicos y
la temperatura necesarios para la vida se dieron en uno de esos planetas, y
así, parte de la materia de esta tierra cobró vida, y luego, por una larga
serie de coincidencias, las criaturas vivientes se convirtieron en seres como
nosotros.
Los
de la evolución creativa dicen que las pequeñas variaciones por las cuales la
vida en esta tierra «evolucionó» de las formas más simples hasta el hombre no
se debían al azar sino al «esfuerzo» o el «propósito» de una fuerza vital.
Cuando ellos dicen esto deberíamos preguntarle
si por fuerza vital quieren decir algo que tiene mente o que no la tiene. Si la
tiene, entonces «una mente que trae la vida a la existencia y la conduce a la perfección»
es realmente Dios, y su punto de vista es por lo tanto idéntico al punto de vista
teísta. Si no la tiene, ¿qué sentido tiene decir que algo que no tiene mente se
«esfuerza» o tiene un «propósito»? Esto me parece fatal para su punto de vista.
Una de las razones por las que la gente encuentra tan atractiva la idea de la
evolución creativa es que le da gran parte del consuelo emocional de creer en
Dios y lo exime de las consecuencias menos agradables. Cuando te sientes bien y
brilla el sol y no quieres creer que todo el universo es una simple danza
mecánica de átomos, es agradable poder pensar en esta gran fuerza misteriosa
que se despliega a lo largo de los siglos y que nos transporta en la cresta de
la ola. Si, por otro lado, quieren hacer algo que no está muy bien, la fuerza
vital, ya que es una fuerza ciega, sin moral y sin mente, jamás interferirá con
ustedes como ese molesto Dios acerca del cual nos enseñaron cuando éramos
pequeños. La fuerza vital es una especie de Dios domesticado. Podrán ponerlo en
funcionamiento cuando quieran, pero no les molestará. Todas las emociones de la
religión y ningún precio que pagar por ellas. ¿No es la fuerza vital el mayor
logro de creencia deseada que el mundo ha visto hasta la fecha?
El
punto de vista teísta. Según éste, lo que está detrás del universo se parece
más a una mente que a cualquier otra cosa que conozcamos. Es decir, es consciente,
y tiene fines, y prefiere una cosa a otra. Y con esta intención hizo el universo,
en parte con propósitos que desconocemos pero, en todo caso, para producir criaturas
semejantes a Él. Y cuando digo semejante a Él me refiero a que tengan mente.
¿Cómo podremos averiguar qué idea es la correcta? La ciencia funciona a base de
experimentos. Observa cómo se comportan las cosas. Toda afirmación científica,
a la larga, por complicada que sea, significa algo como «Puse un poco de esto
en una vasija, la calenté hasta llegar a tal temperatura e hizo esto y
aquello.» Pero la razón de por qué las cosas están donde están, y de si hay
algo detrás de las cosas que observa la ciencia, esto no es cuestión
científica. Si hay Algo detrás, entonces, o tendrá que permanecer del todo desconocido
para los hombres o si no hacerse conocer de un modo diferente. La afirmación de
que existe tal cosa, o la afirmación de que tal no existe no son afirmaciones
que la ciencia pueda hacer. Y los auténticos científicos no suelen hacerlas.
Supongamos que la ciencia se tornara completa, de modo que conociera todas las
cosas del universo, ¿Por qué hay un universo? ¿Por qué funciona como funciona?
O ¿Tiene significado? Estos cuestionamientos seguirían sin ser contestados. La
posición sería desesperada si no fuera por esto: hay una cosa, y sólo una, en
todo el universo de la que sabemos más de lo que podemos aprender por medio de
la observación externa. Esta cosa es el «hombre».
No solamente observamos al hombre: somos hombres (Adam, humanidad). En
este caso tenemos, por así decirlo, información confidencial: estamos en el
secreto. Y a causa de esto sabemos que los hombres se encuentran bajo una ley
moral que ellos no hicieron, que no pueden olvidar incluso si lo intentan y que
saben que deben obedecer.
Si
hay un poder controlador fuera del universo, no se podría mostrar como uno de
los hechos dentro del universo... del mismo modo que el arquitecto de una casa
no podría ser una pared o una escalera o una chimenea de esa casa. El único
modo en que podríamos esperar que se nos mostrara sería dentro de nosotros
mismos como una influencia o una orden intentando que nos comportemos de una
cierta manera. Y eso es justamente lo que encontramos dentro de nosotros. Supongamos
que alguien me pregunta, cuando veo un hombre de uniforme azul que va por la
calle dejando pequeños paquetitos blancos en cada casa, ¿por qué supongo que
estos contienen cartas? Yo debería responder: «Porque cada vez que deja un
paquetito similar en mi casa compruebo que contiene una carta.» Y si esa
persona entonces objetara: «Pero nunca has visto esas cartas que reciben los
demás», yo diría: «Claro que no, y no espero hacerlo, porque no están dirigidas
a mí. Explico los paquetitos que no se me permite abrir por medio de los
paquetitos que sí se me permite abrir.» Lo mismo ocurre con esta pregunta. El
único paquete que se me permite abrir es el hombre. Cuando lo hago, especialmente
cuando abro ese paquete en particular que llamo yo mismo, encuentro que no
existo solo, que estoy bajo una ley, que algo o alguien quiere que me comporte de
una cierta manera. No creo, por supuesto, que si pudiera meterme dentro de una piedra
o un árbol descubriría exactamente la misma cosa, del mismo modo que no creo que
todas las demás personas de la calle reciban la misma carta que yo. Esperaría,
por ejemplo, descubrir que la piedra tiene que obedecer la ley de la gravedad...
que mientras que el remitente de la carta simplemente me dice que obedezca la
ley de mi naturaleza humana, Él obliga a la piedra a que obedezca las leyes de
su naturaleza de piedra. Pero esperaría encontrar que había, por así decirlo,
un remitente de las cartas en ambos casos, un Poder detrás de los hechos, un
Director, un Guía.
El
rey David manifiesta en un canto del por qué decidió buscar la presencia de
Dios. El mismo Dios declara que se ha buscado a un rey conforme a su corazón.
David dijo: Una voz interna me dice: «¡Busca a Dios!» Por eso te busco, Dios
mío. Sal 27:8 Otras versiones dicen: Mi corazón dice de ti:
busca mi rostro. Tu rostro buscaré oh Señor. Hay una moral autentica que no es
inventada por los hombres.
Ya falta poco para terminar la serie y espero dejarle inquieto.-
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