Debe haber algo
extrañamente sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar. (Gibran
Jalil Gibran)
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PESCADO SALADO PARA EVITAR SU CORRUPCIÓN |
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Está rico...mejor cierro los ojos así me concentro |
En casa de mis
abuelos, donde me críe, se tenía la costumbre de salar el pescado para luego
ser consumido en los días festivos del romanismo. Esos días la pasaba mal, pues
no me gustaba comer ese tipo de pescado, que por más que lo dejaban en remojo,
la sal hacia acto de presencia en mi plato, ya que mis glándulas gustativas son
muy sensibles a lo salado, pero había que comerlo, pues era la costumbre. El
salar las carnes en la antigüedad era necesario para preservarlas en buen estado
en largos periodos, por causa de no contar con los sistemas de refrigeración de
la actualidad, y evitar la corrupción de dichos alimentos, pero en mi caso, ya contábamos
con un refrigerador en casa, aunque era de gas, cumplía con todos los
requerimientos para mantener en congelación cualquier tipo de carne muerta, y así
evitar su corrupción por un periodo de tiempo. El único estimulante para
atravesar esa carne por mi garganta era el entusiasmo de mi viejita bella, y si
eso no bastaba, a lado derecho de la cocina se encontraba un chicote de tres
puntas colgado, diciéndome: ¡Mejor comételo! Así que ante esas presiones, había
que rempujarse esa carne muerta, preservada por varios meses, digerirla, y desechar
los residuos en su momento. Gracias al limón y la salsa de tomate, mi vida no
era tan trágica en esa época.
En nuestro país
recientemente se está escuchando ya no en los rincones de las casas, o esos
murmullos en lo secreto, sino que multitudes de personas a voz en cuello, gritan en las
manifestaciones: “Afuera los corruptos” “Estamos hartos de tanta corrupción, que
renuncien ya”. Esta es evidencia real del repudio que el pueblo tiene
hacia la práctica de la corrupción; del daño que hace ese flagelo a la sociedad,
porque eso es lo que es: ”FLAGELO”. Instrumento usado por el verdugo para hacer
daño a quien tiene esclavizado en contra de su voluntad, pero lamentablemente
en algunos casos es a voluntad del esclavo. Las decisiones tomadas tienen sus
efectos en la actuación humana, para bien o para mal. A estas manifestaciones
hacen acto de presencia todo tipo de personas, unos indignados por dichas
atrocidades y otros por no ser ellos los que están cometiendo el ilícito. Otros
encuentran la oportunidad de ser vistos como honestos y la alternativa para
solucionar los problemas de la población. Lo cierto es que la población está
cansada de tanta corrupción, corrupción que se ha propagado en todo el aparato
del estado y desea que eso termine ya.

Los discípulos discutían
acerca de quién era el más importante entre ellos, y cuando Jesús les
preguntaba de lo que hablaban, se quedaban callados. Sabían que su Maestro no
estaría de acuerdo con lo que discutían. Ellos perdían de vista lo más
importante de ser el “mayor”, el de “servir” a los demás y no ser servidos. _La
sal es buena; pero, si pierde su sabor, ¿cómo se le devolverá? Les
decía Jesús. Este es un dicho difícil de interpretar. No digo que no haya otras
interpretaciones posibles, pero vean la siguiente. La sal tiene dos virtudes
características. La primera es que presta sabor a las cosas. Un huevo
sin sal es una cosa insípida. Cualquiera sabe lo desagradables que son muchos
platos cuando no se les ha echado la sal necesaria. Segundo, la sal fue el
primero de todos los conservantes. Para evitar que una cosa se eche a
perder, se le pone sal. Los griegos solían decir que la sal actuaba como una
nueva alma en un cuerpo muerto. La carne muerta se echa a perder; pero sazonada
con sal conserva su frescura. La sal parece que le infunde una especie de vida.
La sal defiende de la corrupción.
Ahora bien, el
cristiano es enviado a una sociedad pagana para hacer algo por ella. La
sociedad pagana estaba aburrida y hastiada. Los mismos lujos y excesos del
mundo antiguo eran una prueba de que en su agotamiento aburrido estaba buscando
alguna emoción auténtica en una vida de la que habían desaparecido todas las
emociones. A ese mundo aburrido y agotado vino el Cristianismo, y la tarea del
cristiano era impartir un nuevo sabor y un nuevo encanto a la sociedad, como
hace la sal cuando se usa con los alimentos. Ese mundo antiguo estaba
corrompido. Nadie lo sabía mejor que los mismos antiguos. Juvenal comparaba a
Roma con una alcantarilla asquerosa. La pureza había desaparecido, y la
castidad era desconocida. A aquel mundo corrompido llegó el Cristianismo, y la
tarea del cristiano era aportar un antiséptico al veneno de la vida, una
influencia limpiadora a toda esa corrupción. Exactamente lo mismo que la sal
derrota la corrupción que ataca inevitablemente la carne muerta, así había de
atacar el Cristianismo la corrupción del mundo. Así que Jesús le está
presentando un desafío al cristiano. «El mundo -les decía- necesita el sabor y
la pureza que solamente el cristiano puede aportar. Y si el mismo cristiano ha
perdido el encanto y la pureza de la vida cristiana, ¿de dónde podrá sacar el mundo
estas cosas? A menos que el cristiano, por el poder de Cristo, derrote
la fatiga y la corrupción del mundo, estas florecerán sin reservas.

_Haya sal en sus vidas
para vivir en paz unos con otros. Les dijo. Aquí debemos tomar la sal en
el sentido de pureza. Los antiguos declaraban que no había nada en el
mundo más puro que la sal, porque ésta procedía de las dos cosas más puras: el sol y el mar. La misma blancura
resplandeciente de la sal era una señal de pureza. Así es que esto querría
decir: «Haya en sus vidas la influencia purificadora del Espíritu de Cristo;
sean purificados del egoísmo y de la codicia, de la amargura y de la ira y del
rencor; sean limpiados de la irritabilidad y del mal genio y del egocentrismo,
y entonces, y solamente entonces, podrán vivir en paz con sus semejantes.» En
otras palabras, Jesús está diciendo que es solamente la persona que ha sido
limpiada del egoísmo y está llena de Cristo la que puede vivir en verdadera
comunión con los demás. No está diciendo que vivan aislados aborreciendo al
mundo y esperando que pronto sea destruido y ellos sean salvos.

En tiempos de mis
abuelos había valores que hoy sería ridículo practicarlos. Si un hombre era
visto lavando ropa por una mujer, inmediatamente ella se ofrecía a hacerlo por
él. Si un hombre veía a una mujer cargando algo pesado, corría a quitarle la
carga y llevarla a su destino. Si un esposo andaba con su vestidura rota y
sucia, eso era vergüenza para la mujer. Si una mujer andaba buscando quien le
prestaba dinero, era vergüenza para su esposo. Había muchos valores que hoy se
han perdido. Todo aquel que dice ser cristiano, debería estar avergonzado de
toda la corrupción que se está gestando en el país, aunque Jesús dice que
debemos ser la sal del mundo, debemos empezar en nuestra casa y después pasar a
serlo en la comunidad, ciudad, departamento y el país, no intentar serlo
solamente en casa y la congregación. Dios de tal manera amó al mundo, no dice
que amó a los fariseos, saduceos y escribas en aquellos tiempos. Ni ahora a los
evangélicos, católicos, mormones, testigos de Jehová, etc. etc. Aunque muchos
intenten justificar que no está refiriéndose al mundo, sino a los escogidos
dentro del mundo. Se están olvidando que por Él y para Él fueron hechas todas
las cosas, visibles e invisibles. Toda creación es obra de sus manos. Se oye
resonar aquella voz: ¡Pídeme y te daré por herencia las naciones! Lo que Juan
vio en la isla de Pasmos: Las naciones que habrán de ser salvas, vendrán a la Jerusalén.
La corrupción se está
cada vez más desarrollando por causa de la ausencia de la sal. Se está
extendiendo las tinieblas, en ausencia de la luz. La modernización rechaza la
sal y la luz. Su rechazo se inició en la Revolución Francesa, de allí nació el
Modernismo, una generación que por rechazar la religión de los hombres, sacó a
Dios su vida cotidiana, del Estado, de la Universidad, de la Nación y ahora
gime por ver que el cáncer de la corrupción los está aniquilando. El hedor se
ha expandido.
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