En el tema anterior se trató sobre la confusión que
hay en cuanto a que algunos creen que la Biblia está obsoleta, cuando lo
obsoleto es la cultura. A cambiado la forma de vestirnos, pero seguimos siendo
los mismos. Cuando alguien se aventura a escudriñar las Escrituras puede
considerar que algunos puntos que están escritos allí, ya no deberán aplicarse,
porque eso fue dicho a una cultura antigua y no se puede practicar en una
cultura contemporánea. Otro puede considerar que como se trata de la Biblia y
es la palabra de Dios, entonces deberá practicarse de forma literal. El
razonamiento de ambos es correcto, pero en lo que fallan es en la práctica. El
primero lo rechaza de forma total y el segundo lo practica de forma literal y
acartonada, perdiéndose la esencia del mandato a causa del cambio cultural. Yo
me puedo vestir de formas diversas, según sea la ocasión, pero seguiré siendo
yo. ¿Cómo actuaría Pedro si vinera a esta época? Se sorprendería de la forma en
que nos transportamos de un lugar a otro. Al caminar por nuestras carreteras
con sus sandalias, se maravillaría al darse cuenta que sus pies no se ensucian,
por tal motivo no necesitará que alguien le preste un recipiente con agua para
lavárselos, ni tampoco encontrará provechoso el querer lavarle los pies a
alguien, para así cumplir con lo que su Maestro le dijo.
_ «Todos están reunidos en casa de uno de sus
hermanos, cansados y sedientos por la travesía a pie hasta el lugar de destino.
La ropa está sudada y los pies sucios. De pronto alguien se levantó de la mesa
y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y comenzó a
lavarles los pies a los presentes, y a secárselos con la toalla que llevaba en
la cintura. Pedro no puede creer lo que está viendo y cuando llega donde está
él le dice que jamás permitirá que le lave los pies» Esta práctica era exclusiva de los esclavos.
Cuando alguien llegaba de invitado a una casa, el anfitrión ordenaba al siervo lavarle
los pies. Después de que Jesús les lavó los
pies, regresó a su lugar y les dijo.
¿Entienden lo que he hecho con ustedes? Y
añadió: Si comprenden estas cosas, serán
bienaventurados, cuando las practiquen. ¿Deberé lavarles los pies a
otros en estos días? Hay muchas congregaciones que lo hacen literalmente. La
revelación divina está en comprender que debemos servir a los demás sin
importar el puesto que desempeñemos. Que ningún servicio es denigrante como
para no ponerlo en práctica con el prójimo. ¿En que ayudaría el que le lavemos
los pies a alguien en estos tiempos? El hacerlo sería un simple rito. Jesús les
demostró que el mayor es el que sirve, no el que se sirve de los demás por la
posición que tiene. Puedo lavarle el sanitario a alguien que no pueda hacerlo.
Es decir: Debo servir a las necesidades de otros, no servir en lo que me gusta
hacer, porque entonces ando buscando gloriarme.

Después del atentado suicida, quedé sin la
funcionalidad de mis esfínteres, eso significaba que no tenía conciencia de
cuando mi cuerpo debía evacuar los desechos.
En una ocasión estando hospitalizado escuché decir con tal frustración a
un enfermero, que él no había estudiado para limpiar traseros y tirar las
porquerías. Sus palabras sonaron muy fuertes por el lenguaje y el tono que utilizó.
Más adelante se sintió avergonzado, porque se enteró que su tía, quien era la
esposa del alcalde de su municipio, conocía al prestigioso licenciado Maynor y
hablaba maravillas de él. Además, el ex licenciado y ahora paciente lo visitaba
todos los días, un amigo quien tenía una relación estrecha con el ministro de
salud en ese entonces. La noticia se
expandió en el hospital y a partir de allí, todos me miraban muy raro. Yo lo
había perdido todo. Ya nadie reconocía al delegado departamental. Al conferencista
motivador y experto en inteligencia emocional. No me importaba quien fui, sino
lo que era en ese momento. Aunque yo
seguía siendo el mismo, sólo que ahora estaba con un traje de hospital y fijado
a un montón de tubos, acomodándome a una cultura de hospital y preparándome a
lo que venía por delante.
Muy a menudo, hasta en las iglesias, hay problemas
porque a alguno no se le respeta el puesto. Con cierta frecuencia, hasta los
dignatarios eclesiásticos se dan por ofendidos porque no se les otorgan las
primacías a las que su puesto les da derecho. Aquí tenemos la lección de que no
hay más que una clase de grandeza: la del servicio. El mundo está lleno de
personas que se plantan en su dignidad cuando deberían estar de rodillas a los
pies de sus hermanos. En todas las esferas de la vida lo que estropea el
esquema de las cosas es el deseo de eminencia y la indisposición a tomar un
puesto subordinado. A un jugador se le excluye un día del equipo, y ya se niega
a jugar nunca más. A un policía que aspira a más se le pasa en un puesto al que
creía tener más derecho que nadie, y se niega a aceptar otro puesto inferior.
Un miembro del coro al que no se le deja cantar un solo, ya no quiere seguir
cantando. En cualquier sociedad puede suceder que se olvide a alguien
involuntariamente y, o explota de rabia, o se atormenta de rencor. «Cuando
estemos tentados a pensar en nuestra dignidad, o prestigio, o derechos,
recordemos al Hijo de Dios con una toalla y una palangana, arrodillándose a los
pies de sus discípulos para lavárselos».
En el siguiente tema hablaremos del beso santo que se
practicaba en los tiempos del Mesías. Si no me extiendo mucho, hablaremos del
velo en la mujer, sino lo dejaremos para el siguiente tema. Que Dios alumbre
nuestro entendimiento para entender su mensaje. -
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