
…”Hoy daremos inicio
a un magno proyecto para que nuestra dinastía se perpetúe, así que no
escatimaremos recursos para su construcción y con ello seremos invencibles”…Expresiones
como éstas fueron la causa de la construcción de una muralla que en nuestros
días fue declarada patrimonio de la humanidad. En su apogeo, durante la
dinastía Ming, fue custodiada por más de un millón de guerreros. Gran parte de
ella tiene fama de ser el mayor cementerio del mundo. Aproximadamente 10 millones
de trabajadores murieron durante su construcción. No se les enterró en el muro
en sí, sino en sus inmediaciones. A estas alturas han de saber que me estoy
refiriendo a la Gran Muralla China. En un tema anterior publiqué sobre algunas
creaciones humanas que con el paso del tiempo se convirtieron en patrimonio de
la humanidad, pero que la palabra humanidad jamás formó parte de su creación,
como lo fue el Coliseo romano, donde corrió sangre de personas inocentes, sólo
para entretener a un público cuyo corazón estaba lleno de odio y sediento de
ver correr sangre humana.

Las murallas buscaban
resguardar una ciudad o un pueblo, e incluso regiones enteras, de sus posibles
agresores; eran la frontera entre pueblos hostiles, el preludio de la
conquista. Hoy, aquellas magníficas construcciones son constancia fiel de
aquellos tiempos y un recuerdo de la pericia de sus constructores, pero ¿cuál
fue la verdadera razón de su edificación? ¿Protección o segregación? Supongamos
que era protección, ¿por cuánto tiempo? Todo dependía de la poliorcética
(arte de atacar y defender las plazas fuertes) y la poliorcética de los
atacantes o invasores. El desarrollo de la poliorcética de Alejandro Magno,
demostró que no había fortaleza invencible ni ciudad que no pudiera ser obligada
a rendirse.
La Revolución
Industrial supuso una transformación en todos los aspectos de la vida, por lo
que en cuestiones defensivas, también significó un cambio. Los adelantos en la
artillería, especialmente en la balística, con la aparición de cañones rayados,
aseguraban una precisión notable en los disparos y una mayor potencia. Las ciudades durante el siglo XIX fueron
perdiendo de modo paulatino su carácter de puntos fortificados. A mediados de
siglo surgió con fuerza el urbanismo científico con los estudios sobre
salubridad e higiene de poblaciones, con trazados amplios y rectilíneos de vías
urbanas, la creación de parques y jardines y el concepto de ensanche como
desarrollo normal de las ciudades; por lo que empezó a plantearse la necesidad
de la destrucción de las murallas, pues éstas llegaron a ser consideradas como
“onerosos anacronismos” sin ninguna utilidad práctica, así como un obstáculo
para el progreso, y aquello que consideramos haberse quedado en la historia,
hoy surge nuevamente.

Estos muros surgen
como un tipo de protección, pero con la desventaja que en los vecindarios
amurallados se pierde mucho el espacio público y se limita la vialidad y la
conectividad social, aparte que se generan obstáculos a la libre locomoción.
“Estos auto encierros se derivan de la inseguridad que se incrementa cada día
como el ejemplo de Quetzaltenango donde todavía no es tan alto el índice de
delincuencia, pero cada vez son más frecuentes los espacios cerrados para
vivienda, que son modelos copiados de la capital y de otros países” ¿Esto
realmente nos hace estar seguros? Una de las consecuencias del conflicto
mundial fue la Guerra Fría que condujo de nuevo al establecimiento de murallas
y líneas fortificadas, con la intención de dar impresión de seguridad a la
población. En nuestro país se firmó un tratado de paz de una guerra fría que
duró muchos años y como explicar que ahora estamos teniendo un promedio de 19
asesinatos diariamente, cuando gozamos de una paz firme y duradera. ¿Qué clase
de paz es está? Es en estos momentos en donde aprestos nuestros sentidos
podremos escuchar: « Mi paz les dejo, mi
paz les doy, no como el mundo la da, se los doy yo.» ¿Qué clase de paz está
ofreciendo el Mesías y cuál es la del mundo (sistema)?
“Lo que la
mayor parte de la gente llama paz, no es allí más que una palabra; en realidad
todas las ciudades se hallan en estado de guerra, si no declarada, al menos
virtual, respecto a las otras: es un hecho natural.” (PLATÓN, Leyes, I, 626A).
Un muro religioso y
político
Tanto en Grecia como
en Roma, la ciudad era la asociación religiosa y política de las familias y las
tribus. La urbe era el lugar de reunión, del domicilio y sobre todo, el
santuario de esta asociación. La fundación de la urbe era un acto religioso, en
el que al rodearla de un límite, una muralla, se le daba un carácter sagrado.
El cerco trazado por la religión era inviolable, siendo este el origen de la
leyenda de cómo Rómulo, fundador de Roma mató a su hermano por pasar el límite
que le había establecido. Dentro del recinto quedaba establecido el culto
común, donde permanecía instaurada la tierra de los padres, terra patrum, la
patria. La civilización occidental actual es heredera de esta concepción.

Por lo tanto la
muralla era el límite físico y mental para definir la tierra que el hombre
podía considerar como propia. Tras ella se resguardaba de ataques de enemigos,
pero también de aquellos peligros sobrenaturales, pues en la ciudad estaba el
recinto de sus dioses. Resulta curioso comprobar como casi 1000 años después de
un conflicto con componentes similares, es decir, la ocupación de un mismo
territorio por comunidades religiosas divergentes, éstos solventan sus
diferencias por medio de la construcción de una barrera física; soluciones que
fomentan el sectarismo y la segregación. Este no es el Evangelio de Cristo,
pues Él fue enfático en decirle a la samaritana que Dios rompe toda división y después
es confirmado cuando el velo es rasgado en dos. También le hace ver a la
samaritana que no existe un lugar santo, físico, sino uno espiritual y que hace
su trono en el corazón, un corazón circuncidado. Ahora no hay diferencia entre
hombre y mujer, entre pobre y rico, entre esclavo y libre; de todos ellos Él
quiere hacer un reino de sacerdotes, solamente debe haber un traslado del reino
de tinieblas al de la Luz, derribando sus muros y barricadas.

Dios no habita en
casa hecha por hombres. ¿Quién le pondrá límites? ¿Le dejaremos guardado en un
lugar para ir a verle cuando haya tiempo? Ese sería un dios de hombres, al
servicio del hombre. Ya basta de inventar dioses para cada comunidad, municipio
y departamento, dioses exclusivos. ¿Lo dejaremos entrar a nuestro corazón o
pondremos muros para impedirle su ingreso?
He aquí, Yo estoy en
pie a la puerta llamando. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, Yo entraré en
él, y cenaré con él, y él cenará conmigo. Yo permitiré al que prevalezca, se
siente conmigo en Mi trono, así como Yo he prevalecido, y me he sentado con mi
Padre en Su trono. Los que tienen oídos, oigan lo que el Espíritu le está
diciendo a las Asambleas Mesiánicas."' (Apocalipsis
3:20-22)
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ResponderEliminarHijo de................... no se puede copiar :v
EliminarMi estimado anónimo que quieres copiar?
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