Después de la caída sólo queda alguien, que no sólo disfruta de tu bienestar, que no sólo aparece cuando todo es fiesta, que va contigo al paso que puedas andar. Que cuando los tuyos te han abandonado y apuntan el dedo para señalar, Jesús sin comentarios no arrojo la piedra, dejándola en el suelo, te dio libertad.

La Iglesia ya había entrado en la Gran Apostasía. Ella había conquistado al Imperio Romano; pero en realidad el Imperio había conquistado a la Iglesia, no aboliéndola sino rehaciéndola a su propia semejanza. La Iglesia Imperial de los siglos 4o. y 5o. se había hecho una institución completamente diferente de la Iglesia perseguida de los tres siglos primeros. En su ambición de reinar, olvidó y perdió el espíritu de Cristo.
«Mil cortes en las hojas del árbol del mal equivalen a uno solo en las raíces». Sólo podemos lograr una mejora considerable en nuestras vidas cuando dejamos de cortar las hojas de la actitud y la conducta y trabajamos sobre la raíz, sobre los paradigmas de los que fluyen la actitud y la conducta. (Thoreau)
miércoles
Que hacer cuando te caes
En un
abrir y cerrar de ojos y te encuentras en el suelo. Tu cerebro identifica
inmediatamente el desequilibrio, pero tus músculos no, y ahora hay gran agitación
por la incertidumbre de si te has hecho daño o no. La adrenalina es tal, que el
dolor es algo lejano, que conforme pasan los segundos se va intensificando. El
daño es irreversible, pero ahora te encuentras en la disyuntiva de que, si
alguien te vio y lanzas tu mirada en todas direcciones. Es tanta tu
preocupación que pareces búho girando el cuello, y al darte cuenta que no
puedes ponerte en pie por ti mismo, entonces surge el deseo de que alguien te
auxilie, ese galante caballero o esa bella dama. Las miradas de los que te observan
en el suelo, te sorprende. Las cuencas se esfuerzan por evitar que esos ojos se
salgan de su órbita. Eso y muchas cosas más pasan en un instante. No sabes si
ponerte a llorar, reír o enojarte. Deseas que sea sólo un sueño y que pronto
despertarás, pero constatas que todo es real y es entonces que deseas
desaparecer. Todo depende del público. El niño se lastima y se encuentra muy
asustado. Aparenta serenidad, pero está aterrado. Le dicen: ¿Estas bien? Él
sigue cayado. De pronto escucha una voz familiar, y al levantar su mirada se da
cuenta que es su madre, y allí desborda en llanto, allí afloran sus
sentimientos más profundos, ahora no tiene miedo de mostrar su fragilidad.
Toda
caída causa dolor físico y emocional. A nadie le gusta ser motivo de burlas y
es por ello que evitamos las caídas. En lo personal he aprendido a sobreponerme
a tanta caída. He experimentado que después de levantarme no sigo siendo el
mismo, sino alguien mejor, por ello me tomo el tiempo para levantarme. Canalizo
mi dolor y me preparo para la levantada. Sé qué horas o días después aparecerán
moretones y dolores donde no pensé tener. Quedarse en el suelo sin morir no es
una opción, al menos para mí. Jesús lo dijo bien claro: Es necesario que el
grano de trigo caiga en tierra y muera para que después de mucho fruto, pero
sino muere, entonces solo quedará. ¿Quién quiere quedarse solo? El egoísmo
puede llevarnos a esa condición. Cuando no se está dispuesto a sacrificarse por
los demás.
Durante
la fascinante aventura de Cristo en su primera visita en carne; muchos se
acercaban a él. Su fama se había difundido en las naciones. Razón por la que
muchos querían seguirle o tener su fama. A los que deseaban ir pos de Él les
decía: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame.» El negarse a sí mismo quiere decir en todos los momentos de la vida
decirle no al yo y sí a Dios. Una vez y por todas y para siempre destronar el
yo y entronizar a Dios. Borrar el yo como principio dominante de la vida, y
hacer que Dios sea el principio rector, o más aún, la pasión dominante de la
vida. Una vida de constante negación al yo es una vida de constante afirmación
de Dios. Lucas, con un destello de intuición diáfana, añade una palabra a este
mandamiento de Jesús: «Que cargue con su cruz diariamente.» Lo realmente
importante no son los grandes momentos de sacrificio, sino la vida que se vive
en constante conciencia de las demandas de Dios y las necesidades de los demás.
La vida cristiana es una vida que se preocupa por los demás más que por uno
mismo.
En
simples palabras: Negarse a sí mismo es «morir» Otro grupo de personas lo
negaban a ÉL, pues para ellos el Mesías estaba muerto. Por eso cuando una persona
le manifestó intención de seguirle, pero que le diera tiempo para ir a enterrar
a su familiar, se le dijo: «Deja que los muertos entierren a sus muertos». En
el huerto podemos ver en escena al hombre como se convierte en un ser caído y
de cómo fue custodiado el árbol de la vida para que no comiera de él. Así que
fue echado del paraíso para que cayera en tierra hasta morir para dar fruto y
no quedara solo en esa condición. El postrer Adán ya no fue un alma viviente,
sino un espíritu vivificante. Pablo en la primera carta que envió a los de
corintios, les dice: «Y cuando esto corruptible sea vestido de
incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad, entonces será cumplida
la palabra que está escrita: «“Sorbida es la muerte con victoria”.» En mi última
caída me resistí a caer y eso provocó que me lastimara aún más. No debemos
resistirnos a morir; a negarnos a nosotros mismos. Eh aquí un párrafo de una
hermosa canción:
Hay
todo un mundo de diferencia entre existir y vivir. Existir es
simplemente tener pulmones que respiran y un corazón que late; vivir es estar
vivo en un mundo en el que todo vale la pena, en el que hay paz en el alma,
gozo en el corazón, e interés en cada cosa y momento. Jesús nos da aquí la
receta para la vida como distinta de la existencia.
El proverbista le advierte al impío de que deje de
asechar la tienda del justo y de saquear su cámara, porque siete veces caerá el
justo y se volverá a levantar, pero que el impío caerá y no se podrá levantar
jamás. La expresión siete veces es similar a la de setenta veces siete que
menciona Jesús cuando le dice a los discípulos de las veces que deben perdonar.
Esto denota que no se cansará el justo y que siempre se levantará, así como no
debemos de cansarnos en perdonar. También el proverbista nos advierte de no
regocijarnos cuando nuestro enemigo caiga y que no se alegre nuestro corazón
cuando tropiece, porque al verlo Dios le puede desagradar, y aparte de sobre él
su enojo. Jeremías dijo refiriéndose a Babilonia: El soberbio tropezará y caerá
y no habrá quien lo levante. Su soberbia le alejará de los que pueden
ayudarle. Salomón en Eclesiastés para
recalcar la importancia del compañerismo dijo: «Son mejor dos que uno, porque si uno se cae, el otro lo levantará, pero ¡ay del que cae y no tiene quien lo levante!.» Así que cuidado en confiar en tu propia prudencia, porque de cierto caerás y
muy difícilmente te levantarás. Ten cuidado de hacer tropezar a los pequeñitos,
porque Jesús dijo que mejor sería colgarse al cuello una piedra de molino de
asno, y ser arrojado al fondo del mar, que hacerlos tropezar.
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