Me acerqué al mensajero
y le pedí que me diera el rollo. Él me dijo: «Tómalo y cómetelo. Te amargará
las entrañas, pero en la boca te sabrá dulce como la miel.» Lo tomé de la mano
del mensajero y me lo comí. Me supo dulce como la miel, pero al comérmelo se me
amargaron las entrañas. Entonces se me ordenó: «Tienes que volver a advertir
acerca de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.»
El viernes pasado asistí
a una reunión, con un doble propósito: Compartir un pedazo de pastel con un
amigo y escuchar su sermón muy particular.
Como siempre empiezó a lanzar preguntas y cuestionar si en verdad el
mensaje estaba llegando a su objetivo, así como a demandar total atención.
Situación que me hace sentir que estoy de vuelta en la universidad, con todo
ese nerviosismo pululando en el ambiente, donde da igual si estás viéndole a
la cara o apartando su mirada, porque igual puede mencionar tu nombre e invitarte
a que externes tu punto de vista. Me considero una persona que lo analiza todo
antes de poderlo digerir, no así con la comida, ya que a lo sumo le doy entre 3
y 4 masticadas para luego tragármela, situación que no hago cuando tengo ante mí
un banquete de opiniones, conceptos e ideas.

Mi abuelo decía: «cuando se tiene hambre hasta palos se come.»
Lo pronunciaba con frecuencia, pues habían ocasiones que no quería comer lo que
me estaban sirviendo, cosas de mocoso berrinchudo. ¿Si todo lo que escucho la
tragara cómo los alimentos, como estuviera? Pero resulta que lo empiezo a
masticar, masticar y masticar como los animales que rumean, y una vez tragado
hay ocasiones en que lo devuelvo para seguir analizando su sabor y textura, situación
desagradable si lo hiciera con los alimentos. Mi amigo cumpleañero y pastor
tiene la particularidad de enfatizar en los cambios de conducta como entidades
que somos; en las posturas que se encuentra el alma, y obviamente su
persistencia hace que muchos nos sintamos incomodos, pues son como clavos incrustándose
en la madera, y ante esta situación el salmista dice: «Mas valen golpes leales de amigo, que besos falaces de enemigo.» En
todo su discurso afirma que no está enojado, que no es nada personal y se
disculpa por no entretener con mentiras.
El proverbista
Salomón dijo: «Los labios de la extraña
destilan miel y su paladar es más suave que el aceite; pero termina siendo
amargo como el ajenjo, cortante como arma de doble filo.» Así que debemos
tener cuidado con todo lo que escuchamos, reteniendo lo bueno y desechando lo
malo, pero sin caer en la total negación, porque estómago harto desprecia la
miel, estómago hambriento vuelve lo amargo dulce. Muchos juzgan al libro por su
portada y reciben una palabra si viene de boca de un premio nobel otorgado por máximas
autoridades terrenas.
Todo esto tiene que
ver con la “identidad” y “vestidura” que tengamos, que fue el
tema que se trató en el sermón y que en la siguiente publicación mencionaré a
profundidad, pues me propuse no escribir mucho en mis publicaciones. Termino
con una exhortación del profeta Isaías:
¡Ay de los que a lo
malo dicen bueno, y a lo bueno malo: que hacen de la luz tinieblas, y de las
tinieblas luz: que tornan de lo amargo dulce, y de lo dulce amargo!
Así es Maynor, Dios te bendice. Es necesario pedir discernimiento para diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo que edifica y lo que destruye. Bendito Dios que nos ha dado a su Espíritu Santo para que nos guíe
ResponderEliminar( Romanos 8:14 )