La madre serena deja salir una lagrima que se extiende por su mejía. La esposa se aferra a sus dos hijos por temor de derrumbarse. Los restos de su padre yacen dentro de un ataúd. Un cántico sublime de una dama sostiene la burbuja en la que se encuentran todos los asistentes en el cementerio. De pronto una camioneta se detiene y al abrir la puerta se dispone a bajar, era él. Sus manos llevaban esposas y sus pies iban encadenados y lo custodiaban dos policías. Sus hijos se sueltan de su madre y salen corriendo vociferando: ¡papi, papi, papi! Esta escena agitó todo mi ser. Volví a sentir como esas fibras se agitaban dentro de mí. Las lágrimas empezaron a emerger desaforadamente. Ese que bajaba de la camioneta atado de esa manera, pensé, ¡ese soy yo!! Pero al mismo tiempo decía: Aún en su condición, merece estar con los suyos, nadie le puede negar ese derecho, nadie, nadie…

La Iglesia ya había entrado en la Gran Apostasía. Ella había conquistado al Imperio Romano; pero en realidad el Imperio había conquistado a la Iglesia, no aboliéndola sino rehaciéndola a su propia semejanza. La Iglesia Imperial de los siglos 4o. y 5o. se había hecho una institución completamente diferente de la Iglesia perseguida de los tres siglos primeros. En su ambición de reinar, olvidó y perdió el espíritu de Cristo.
«Mil cortes en las hojas del árbol del mal equivalen a uno solo en las raíces». Sólo podemos lograr una mejora considerable en nuestras vidas cuando dejamos de cortar las hojas de la actitud y la conducta y trabajamos sobre la raíz, sobre los paradigmas de los que fluyen la actitud y la conducta. (Thoreau)
viernes
Rompiendo el yugo de los hombres
La madre serena deja salir una lagrima que se extiende por su mejía. La esposa se aferra a sus dos hijos por temor de derrumbarse. Los restos de su padre yacen dentro de un ataúd. Un cántico sublime de una dama sostiene la burbuja en la que se encuentran todos los asistentes en el cementerio. De pronto una camioneta se detiene y al abrir la puerta se dispone a bajar, era él. Sus manos llevaban esposas y sus pies iban encadenados y lo custodiaban dos policías. Sus hijos se sueltan de su madre y salen corriendo vociferando: ¡papi, papi, papi! Esta escena agitó todo mi ser. Volví a sentir como esas fibras se agitaban dentro de mí. Las lágrimas empezaron a emerger desaforadamente. Ese que bajaba de la camioneta atado de esa manera, pensé, ¡ese soy yo!! Pero al mismo tiempo decía: Aún en su condición, merece estar con los suyos, nadie le puede negar ese derecho, nadie, nadie…
Cuantas personas se encuentran cansadas y trabajadas.
Todos nos cansamos. Yo me cansaba día y noche postrado en una cama sin la
disposición de poder cambiar de posición. Hay muchos tipos de cansancio. Todos ellos causados por múltiples actividades.
En esos años de ocio forzado, añoraba poder insertarme laboralmente. Levantarme
de madrugada. Encontrarme atorado en el tráfico. Sentirme estresado por la
presión en el trabajo. Estar en una larga fila esperando por ser atendido sin
importar que, al llegar a la ventanilla, la persona a cargo de atender no
tuviera un atisbo del buen servicio. Solo quería salir del exilio, de la
prisión, de la atadura de esas cadenas. Llegar cansado y tumbarme a dormir.
¿Qué hay de ese cansancio por una faena de todo el
día? Puede dolerte la cabeza, los pies y hasta tu cabello, pero te sientes
feliz, realizado, satisfecho, sabes que valió la pena. Este tipo de cansancio
se disipa con un sueño reparador. Pero si llega la noche, estoy cansado,
insatisfecho, desesperado, triste, desanimado. Hago cuentas de todo mi esfuerzo
y me doy cuenta que no valió la pena, que solo fue desgaste físico y mental,
que en vez de productividad solo fue actividad. Es allí donde el desánimo
invade todo tu ser. Te sientes atrapada, como un hámster caminando en su rueda
por horas y horas dentro de su jaula, hasta cansarse. Ves hacía atrás y luego
hacía adelante, y te das cuenta que nada ha cambiado, nada, nada…
Para poder pertenecer a la religión de los fariseos
había que practicar muchas actividades difíciles de realizar, pero todas
aquellas personas que deseaban buscar con desesperación el favor de Dios,
procuraban cumplir todos los requerimientos de la ley imputada por los rabinos,
pero por más que lo intentaban, solo conseguían frustración por el yugo tan
pesado, impuesto por el fariseísmo. Muchos abandonaban su práctica, pero los
consumía la culpa. En esa época aparece un hombre humilde llevando buenas
nuevas, diciendo:
¡Venid a Mí todos los que estáis
agotados y rendidos bajo el peso de vuestras cargas, y Yo os daré descanso!
Asumid Mi yugo y aprended de Mí, Que soy benigno y humilde de corazón, y
hallaréis el descanso de vuestras almas; porque Mi yugo es suave, y Mi carga es
ligera.
Al escuchar esto, muchos sabían de qué se trataba, y
no dudaron en abrazar esta buena nueva. Alguien que había salido del seno del
Padre, conocía al Padre. Lo que antes solamente era el Logos, interpretado por
los hombres, ahora el Verbo se había hecho carne para habitar con los hombres
(humanidad)
El cansancio te está agobiando, pero alguien te dice
que no puedes abandonar esa actividad, aun sabiendo que no te genera ningún
tipo de beneficio. No lo dejarás de hacer, por el temor del que dirán, por
evitar los señalamientos, así que permanecerás haciendo obras infructuosas en
tu vida, es más, te aseguras de decir: Dios así lo quiso. Por lo que
justificarás tu cara de nudo de ocote y lo disfrazarás de piedad y santidad. ¡Basta!!
Porque no descansas. Mejor dedícate a realizar lo que te genere satisfacción,
desgasta tu cuerpo en tu propósito, igual un día abandonaras esa cabaña.
Se cuenta que
alguien se encontró una vez a un chiquillo que llevaba a cuestas a otro aún más
pequeño, que era cojo. «Esa es mucha carga para que tú la lleves,» le dijo el
hombre. Y el chiquillo respondió: "No es una carga, señor; es mi
hermanito.» La carga que se impone con amor y se lleva con amor es siempre
ligera.
«Mi carga se ha convertido en mi canción.» No es que
sea siempre fácil de llevar; pero se nos impone con amor; se nos propone
llevarla con amor; el amor hace ligeras hasta las cargas más pesadas. Cuando
recordamos el amor de Dios, cuando nos damos cuenta de que nuestra carga es
amar a Dios y amar a nuestros semejantes, entonces nuestra carga se convierte
en nuestra canción.
Rompe las cadenas… Canta de sus misericordias..
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